lunes, 8 de abril de 2013

Fabian Cancellara, miembro de la mejor estirpe de clasicómano

El sprint de Fabian Cancellara en el velódromo de Roubaix tras una trepidante travesía por los caminos de cabras del norte francés fue simbólico. Muchas veces arañando podios, siempre superado por alguien, lograba batir a su compañero de fuga. Distanciado del resto junto a Sep Vanmarcke, Fabian logró olvidar los desencantos surgidos frente a Nuyens, Goss, Gerrans, Boonen e incluso Samuel Sánchez en los juegos de Pequín. Todos los citados tuvieron en común que arruinaron excelentes carreras del bravo ciclista de Berna. Todos le amargaron en velocidad.

Vanmarcke no era un podenco, pero quizá no afrontó en las mejores condiciones el momento cumbre. Le habían llevado extasiado hasta la misma línea del infierno. Fabian sopló todos los fantasmas de un plumazo. Se lo merece. Dijimos que no sabe ganar en compañía, él nos retracta. A Vanmarcke le ganó por la mano, en un sprint mortal, en el filo del abismo.
Concluye una campaña de adoquines que si el año pasado fue de Boonen, ahora pertenece al suizo. Ambos entroncan con la mejor historia de esta peculiar fase del calendario. Doce monumentos del adoquín caen en sus vitrinas, nada menos.

Los dobletes Flandes & Roubaix

Mirando al pasado, dicen que el Tour de Flandes nació fruto de la admiración que la París- Roubaix causó a un puñado de flamencos. La gran clásica del norte de Francia suscitó interés en su vecina Flandes a inicios del siglo pasado. La presencia de corredores y aficionados flamencos en el infierno del Norte junto a la victoria de Van Hauwaert en 1908 asentaron la primera edición de “La Ronde” cinco años después. Esa afinidad histórica, añadida el hecho de que el adoquín adquiera un papel tan relevante, ha propiciado que los grandes nombres de las clásicas se hayan consagrado en sendos foros.
Con cien años de historia compartida, diez corredores han sido capaces de juntar estas dos carreras clásicas del adoquín en un mismo año. Tom Boonen lo hizo dos veces, Cancellara, otras tandas. En 2003 Peter Van Petegem. El fornido flamenco dio continuidad a un reto que nadie culminaba desde Roger De Vlaeminck en 1977, año que vivió la descalificación de Godefroot y Maertens en Flandes. El de Eeklo, en el oeste flamenco, ganó cuatro veces en Roubaix y sólo una en su tierra.
El doblete Flandes- Roubaix fue algo habitual en tiempos muy lejanos y por este orden: Henri Suter en 1923, Roman Gijssels en 1932, Gaston Rebry en 1934, Raymond Impanis en 1954, Fred De Bruyne en 1957 y Rik Van Looy en 1962. Sólo nueve “repetidores” en más 92 años hablan de la complejidad de una gesta magnificada por Rik Van Looy cuando tuvo a bien sumarle la Gante- Wevelgem. Apodado “Emperador de Herentals”, Van Looy fue uno de los pocos corredores en ganar pruebas tan diferentes como las flamencas y valonas.
Aunque para logro imposible ahí está el triplete nunca logrado en las tres grandes citas flamencas. Nadie se ha coronado en Het Volk, Flandes y Gante- Wevelgem. Ni siquera Eddy Merckx y Jan Raas, recordman de la Amstel, quienes al quedar terceros en La Ronde se quedaron sin esa triple corona. Tom Steels y Noel De Pauw también encadenaron Het Volk y Wevelgem el mismo año. Gesta para la eternidad, excediendo todos los límites, fue la que logró Merckx en 1973 que juntó a su doblete Het Volk- Wevelgem triunfos en Amstel, Lieja, Roubaix, Vuelta y Giro en un estresante periodo de mes y medio. Ese legado nadie lo ha podido, o querido, imitar.

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